14 de agosto de 2012

La minería submarina: Ojos que no ven, corazón que no siente.

Tom Dettweiler se gana la vida a kilómetros de profundidad. Ayudó a encontrar el Titanic. Después de eso, sus equipos localizaron un submarino perdido cargado de oro. En total, ha descubierto docenas de barcos desaparecidos.

Dettweiler ahora pasó de recuperar tesoros perdidos a buscar los naturales que están dispersos en el lecho marino: escarpados depósitos ricos en oro y plata, cobre y cobalto, plomo y zinc.

Una nueva comprensión de la geología marina ha llevado al descubrimiento de cientos de estos inesperados cuerpos minerales, conocidos como sulfuros masivos debido a su naturaleza sulfurosa.

Estos descubrimientos están avivando una fiebre del oro a medida que las naciones, las compañías y los emprendedores compiten por establecer derechos sobre las áreas ricas en sulfuros, que salpican los manantiales volcánicos del helado lecho marino. Los buscadores -motivados por los menguantes recursos en tierra así como los precios récord del oro y otros metales- están extrayendo activamente muestras y evaluando los depósitos valorados en billones de dólares.

Los escépticos alguna vez compararon la extracción en las profundidades con buscar riqueza en la luna. Ya no. El progreso en la geología marina, las predicciones de escasez de metales en las décadas por venir y el mejorado acceso al abismo se están combinando para volverlo real.

Ambientalistas han expresado creciente alarma, diciendo que se ha hecho muy poca investigación sobre los riesgos de la minería en el lecho marino. La industria ha respondido con estudios, garantías y conferencias optimistas.

Los avances tecnológicos se centran en nuevos robots, sensores y nuevo equipamiento, parte del cual se derivó de la industria petrolera y gasera en altamar. Los barcos descuelgan el equipo exploratorio con largos cables y hacen descender potentes taladros que penetran el rocoso lecho marino. Toda esta maquinaria submarina está haciendo cada vez más factible encontrar, trazar mapas y recuperar las riquezas del fondo del mar.

Las potencias industriales -incluidos grupos con apoyo gubernamental en China, Japón y Corea del Sur- están a la caza de sulfuros en los Océanos Atlántico, Índico y Pacífico. Y compañías privadas como Odyssey han hecho cientos de evaluaciones profundas y reclamado derechos en las zonas volcánicas alrededor de las naciones isleñas del Pacífico: Fiyi, Tonga, Vanuatu, Nueva Zelandia, las Islas Salomón y Papúa Nueva Guinea.

La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, un durmiente organismo de Naciones Unidas ubicado en Jamaica que preside sobre los derechos minerales en alta mar, un área a la que sus funcionarios gustan describir como 51% de la superficie de la Tierra, se ha encontrado asediado por las búsquedas de sulfuro.

Como las islas del Pacífico controlan los derechos minerales en sus aguas territoriales, pueden negociar acuerdos mineros más fácilmente que la autoridad de los fondos marinos, que tiende a actuar por consenso internacional.

Odyssey Marine Exploration, que recientemente se amplió de la recuperación de barcos hundidos a la exploración en las profundidades, empezó a rastrear las aguas del Pacífico en 2010, descubriendo mucho más oro, plata y cobre de lo que esperaba.

"Hay mucho en juego", dijo Dettweiler. Si los precios de los metales suben, añadió, "un depósito de 1,000 millones de dólares puede convertirse en uno de 100,000 millones de dólares".

Los científicos pensaban antes que la fuente principal de riqueza en el fondo del mar yacía en los lechos de piedras del tamaño de patatas de las que podían extraerse metales comunes como hierro y níquel. En los años sesenta y setenta, emprendedores trataron de recogerlas, pero las recompensas nunca compensaron el alto costo de la exploración, recuperación y transporte.

Las cosas empezaron a cambiar en 1979 con el descubrimiento de "fumarolas negras", montículos y torres sulfurosas que despedían agua hirviendo. Resultó que las fumarolas salpicaban los 74,000 kilómetros de fisuras volcánicas que ciñen el lecho marino global como las costuras de una pelota de béisbol.

Los científicos descubrieron que las fumarolas se formaban cuando el agua caliente ascendía a través de las piedras volcánicas, llegaban a las aguas marinas heladas y despedían una variedad de minerales que lentamente se unían en fantasmagóricos montículos y chimeneas. Una, descubierta frente a las costas del Estado de Washington y llamada Godzilla, se elevaba más de 15 pisos.


La primera ola de descubrimiento mostró que los manantiales volcánicos albergaban a una profusión de criaturas extrañas, incluidos matorrales de gusanos de tubo. La segunda ola mostró que los montículos y chimeneas -calientes y fríos, nuevos y viejos, activos e inactivos- estaban compuestos de minerales complejos que contenían cantidades sorprendentes de cobre, plata y oro.

Hoy día, y cada vez más, las minas en tierra carecen de suministros ricos de cobre, un material básico de la vida moderna encontrada en todo, desde tuberías hasta computadoras. Muchos minerales comerciales tienen concentraciones de apenas medio punto porcentual. Pero los exploradores del lecho marino han encontrado purezas del 10 por ciento o más; lo que convierte a los depósitos oscuros en bonanzas potenciales. Lo mismo resultó ser cierto de la plata y el oro.

Hace 15 años, potenciales mineros submarinos presentaron la primera reclamación de derechos del mundo: Nautilus Minerals consiguió el título sobre 5.100 kilómetros cuadrados del lecho marino de Papúa Nueva Guinea rico en elementos volcánicos. La compañía, con sede en Toronto, avanzó poco a poco a la extracción pero rápidamente amplió su exploración a cientos de sitios en el Pacífico y desde entonces ha identificado docenas de áreas como potenciales candidatas para la minería submarina.

El año pasado, Nautilus obtuvo un arrendamiento de 20 años para explotar un rico depósito en el Mar de Bismarck, en el Pacífico sudoccidental. Los montículos están a 1,6 kilómetros de profundidad. La compañía dice que el sitio contiene unas 10 toneladas de oro y 125.000 toneladas de cobre.

Nautilus planea iniciar la extracción el año próximo, pero también cita posibles retrasos. Está construyendo robots de hasta 7,5 metros de altura que recolectarían sulfuros y los bombearían a la superficie. Luego, barcazas transportarían los minerales submarinos a Rabaul, un puerto de Papúa Nueva Guinea a unos 50 kilómetros de distancia.

Los críticos dicen que el plan es potencialmente peligroso para la pesca, los isleños y los ecosistemas.
Un grupo internacional de ambientalistas que se hace llamar Campaña contra la Minería en Aguas Profundas señaló que los sitios volcánicos refugian a cientos de especies anteriormente desconocidas para la ciencia. El grupo indicó que deberían cubrirse brechas en la información y desarrollarse planes de mitigación "antes de que empiece la extracción".

Stephen Rogers, director ejecutivo de Nautilus, llamó injusto al análisis del grupo. "Estamos desarrollando planes ambientales detallados y tenemos la obligación de hacerlo", dijo.

Expertos en todo el mundo están observando de cerca a Nautilus para ver cómo elude los peligros de la política ambiental, las tecnologías nuevas y los mercados impredecibles.

China, el mayor consumidor del mundo de oro, cobre y muchos otros metales industriales, ha mostrado poco interés en esperar las declaraciones de éxito. Cuando la autoridad de los fondos marinos adoptó reglas para la exploración de los sulfuros en mayo de 2010, el representante de Beijing presentó la solicitud del país el mismo día.

China realiza su búsqueda de minerales desde barcos. También está desarrollando un sumergible conocido como Jiaolong, en honor de un mítico dragón marino, que puede llevar a tres personas a suficiente profundidad para investigar las áreas sulfurosas.

El año pasado, firmó un contrato con la autoridad para tener los derechos sulfurosos exclusivos en 10.000 kilómetros cuadrados, aproximadamente el tamaño de Puerto Rico, en un abismo volcánico aproximadamente a tres kilómetros de profundidad en el Océano Índico.

Jin Jiancai, secretario general de la agencia de recursos minerales oceánicos de China, dijo a reporteros que esos depósitos, ayudarán a China a cumplir con la creciente demanda de metales refinados.

Mientras tanto, Tong Ling, el mayor importador de concentrados de cobre de China y uno de las mayores fundiciones de cobre del mundo, firmó recientemente un acuerdo con Nautilus para más de un millón de toneladas de minerales sulfurosos del Pacífico por año; una cantidad igual a alrededor de 5% de la producción de cobre del mundo.

Rusia se unió a la fiebre de alta mar en 2011, y Francia y Corea del Sur en mayo. Recientemente, Seúl también alcanzó un acuerdo para la exploración de sulfuros en las aguas de Fiyi, lo que le permitirá aprovechar la bonanza mineral del volcanismo del Pacífico.

John R. Delaney, un oceanógrafo de la Universidad de Washington que ha estudiado los manantiales volcánicos durante décadas, dijo que la amenaza de daño ambiental por la minería submarina se centraba menos en los proyectos en alta mar de países desarrollados que en los de las aguas territoriales de los isleños del Pacífico.

Cherkashov de la sociedad de minerales restó importancia a las inquietudes ambientales, diciendo que una razón para la fiebre global es que la minería submarina tiene un impacto relativamente bajo comparado con las operaciones en tierra.

"Se trata de que el primero que llega es el primero que extrae", dijo de las multiplicadas reclamaciones de derechos. La amplia movilización en torno a los sitios más prometedores, añadió, representa "la última nueva división del mundo".

Fuente: The New York Times

Texto: William J. Boad

Imagenes: Mch, Mundo Minero, Seafloor Geoservices, Malcom Allison,

Composición: Picapiedra

No hay comentarios:

Publicar un comentario