16 de junio de 2009

Alemania 2006


Hoy se cumplen tres años de que el seleccionado argentino de fútbol le ganara 6 a 0 al de Serbia y Montenegro en la primera ronda del Campeonato Mundial. A las 10 hs el país estaba paralizado detrás de una pantalla. Escuelas, oficina y negocios estaban vacíos porque el mundo sucedía cerca de un televisor. Sólo la siguiente charla puede ser tan enriquecedora en un país como éste.

El siguiente relato es verídico, salvo el nombre de sus protagonistas


Juan no supo nada de Nahuel hasta que comenzó el mundial. Juan es profesor en un polimodal de un barrio marginal en el sur del conurbano. Calles de tierra y pobreza rodean al colegio. Mucha desocupación, abundante droga, poca familia y escasos límites es lo que sobra en las casas de los chicos de esa escuela. Nahuel sobresale de la media general: inteligente, rápido, desde lejos se distingue que tiene calle, pero que quiere progresar. Ropa comprada en las ferias que rodean al Puente de la Noria, pelo cortado “a lo Valdano” en el mundial ´86, alto, fornido, a Nahuel se lo distingue por su forma de hablar: mucho, a los gritos y con una pronunciación inconfundible producto del doble hueco de los dientes ausentes de adelante.


Ese viernes Argentina jugaba su partido contra Serbia y Montenegro. Quince minutos antes de empezar el partido Juan entró a la clase que como se suponía era escasa. De los treinta y ocho alumnos habituales sólo cinco esperaban al profesor. Los demás decidieron ver el partido desde sus casas. “Ya que no tenemos televisor y son tan pocos vamos a charlar acompañados por un mate”, propuso Juan. Fueron hasta la cocina pero no encontraron un mate. “Improvisémoslo” se entusiasmó Nahuel. “¿Y cómo vas a crear una bombilla?” concluyó Juan. “Cuando estaba a la sombra tomábamos mate de cualquier forma” Insistió Nahuel. “¿A la sombra?” “Si, en cana” “¿Por qué?” “Por robos, hurtos, que sé yo. Entré tres o cuatro veces hasta que a los golpes aprendí que ese no era el camino” “¿Golpes?” “Claro, cada vez que te encierra, la yuta te dá tal golpiza que por dos días ni hablás” “pero sos menor” “¿y?, que importa. Te dan una buena paliza y cuando podés caminar derecho te largan, y nadie se entera de nada” “pero… ¿y las comisarías del menor? ¿Y el llamado a los padres? ¿Y la presencia de abogados y médicos? ¿Y…?” “Profe ¿de qué me habla? Aún hoy me agarran y cobro” “¿No me dijiste que habías acabado con los robos?” “Si, ahora me porto bien, pero ya me conocen” “¿qué significa?” “que cada vez que ellos anden de ronda si yo estoy en la calle, aunque esté tranquilo, me suben, me llevan a la comisaría, me cagan bien a palos y me largan” “¿Sin haber hecho nada?” “a ellos que les importa”


Juan lo miraba a los ojos como tratando de entender este mundo tan ajeno al suyo y Nahuel, el alumno, le enseña, sin proponérselo, cómo es este país en donde viven. “Vamos profe, dejemos de hablar y empecemos con los mates”

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