15 de octubre de 2009

SpAiN iS iT


Habiendo resistido una gran ofensiva por parte de los Visitantes, Juan Palacios, líder de la resistencia más que cualificada para este tipo de casos, optó por el vacile característico de la comarca a la hora de resolver la situación.

Armados con piedras y otros utensilios propios de la región, tales como lanzas, antorchas y alguna que otra vara de olivo, lograron establecer el control momentáneo de una de las granjas que yacía sometida por la tiranía alienígena. Minutos después, ardía.

El teniente J. Sánchez Eras, defendió implacabe su dogma testarudo en el campo de batalla y logró derribar varias naves con el uso de una honda que el mismo se habia fabricado con mimbre minutos antes de volatilizarse delante de todos sus compañeros. La Guardia Civil, le echa de menos.

Muchos de los allí presentes, habian servido a la patria durante el servicio militar obligatorio y habian obtenido la experiencia necesaria para enfrentarse a cualquier tipo de peligro, incluido el extraterrestre. Uno de ellos comentaba a sus compañeros que no importaba que vinieran Boinas Verdes contra cuatro roba-peras, que en Córdoba se las gastaban finas para este tipo de afrentas.

El alcalde tambien estaba de acuerdo en cualquier afirmación que les calificara de letales frente a cualquier amenaza externa, es por ello, que nunca más se supo de él en cuanto comenzó la guerra. Debieron desintegrar al pobre Miguel, comentaban las viejas, aunque más de uno tenia la mosca detrás de la oreja y pensaba que realmente a Miguel le habian sentado mal unas almejas.

Uno de los mayores enfrentamientos tuvo lugar en el mismísimo centro de Córdoba mientras los aldeanos jugaban a la petanca en la plaza mayor. Todo parecia ir en contra de los pronósticos previstos por el alguacil cuando repararon que las bolas de acero no eran suficientes para paliar aquel "ciber-acoso", tal y como algunos definian el ataque alienígena.

Pero aquello no habia hecho más que empezar, pronto abrieron las jaulas donde guardaban su "arma secreta" y en cuestión de segundos la plaza se inundó de legionarios ávidos por el crímen rápido y sin consecuencias penales. Desde que los soltaron, tremendos alaridos podian oirse en un perímetro "de la hostia" y no pertenecian precisamente a ningún andaluz, dando a luz.

Al grito de: "A por los marcianos", el Comandante Dionisio Jimeno logró alimentar a todas sus tropas con exóticos bocados interplanetarios que confirmaban una vez más la supremacía sureña "typical spanish", amedrentando de manera drástica al humanoide asustado que parecía partir hacia otras regiones menos cafres...

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