18 de abril de 2009

Abdul y Pecha


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A veces la lectura de una noticia te deja planchado, anonadado, asustado. Y la mente queda en blanco.

Mientras se me ocurre otra idea, otra historia, quiero compartir con la blogosfera este sentimiento atroz que me corroe ante la intolerancia que impera en algunas partes del mundo. Estamos en crisis, los pisos son caros, falta trabajo, los bancos no nos dan créditos, discutimos (no luchamos) por que tratan de mermar nuestras libertades... ¡Pero que suerte no haber nacido en otro lugar!
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Khosh Rud es un distrito de Nimroz, región de tamaño mayor al de Cataluña, por ejemplo, pero que solo tiene 150.000 habitantes, lo que la hace la región más despoblada de Afganistán y junto a la región de Helmand forman el bastión principal de los integristas talibanes.

Allí vivían Abdul Aziz (21 años) y Pecha Gul (19 años).

Abdul y Pecha se amaban desde hace años, pero siempre a escondidas tenían que robarse las caricias y las palabras de amor de forma fugaz; unos segundos al principio, unos minutos en los últimos tiempos. Era el clásico amor prohibido.

Pecha era pastún y musulmana suní, al igual que los talibanes, y Abdul era sistani (de lengua persa) y chií. Para los talibanes el equivalente a ser chií es ser hereje, según se inculca en las escuelas coránicas financiadas por el wahabismo saudí.

En el régimen talibán, toda mujer debe respetar la purda (reclusión) y evitar cualquier contacto con hombres ajenos a su familia, pero esto sólo puede tener un pequeño castigo; sin embargo, la diferencia sectaria convertía el amor de Abdul y Pecha en pecado mortal. Tenían muy buenas razones para temer la ira de los talibanes, pero su amor era más fuerte, y decidieron huir intentando cruzar la frontera hacia el Irán chií de los ayatolás, donde pensaban poder casarse y vivir su amor con plena libertad.

Nada más notar la ausencia de Pecha, sus familiares alertaron a los hombres del pueblo y salieron en su busca. Y los encontraron.

Los talibanes armados los maniataron y los presentaron a los mulás de la mezquita, quienes ante la gravedad del pecado dictaminaron la fatua: pena inmediata de muerte por insultar al islam, y en público, para que sirva de ejemplo al resto de la comunidad. Tras la llamada a los habitantes, en la misma entrada de la mezquita, fueron ametrallados.

El gobernador de la provincia, Gholum Dastagir Azad, admitió que las autoridades no tienen desplegadas fuerzas de seguridad en la zona donde se produjo el asesinato, aunque dijo haber ordenado a la Policía que arreste a los familiares de ella para llevarlos ante los tribunales. Nada pudo hacer para detener la ejecución en un lugar donde el poder central no llega. La administración es doble en todo el sur afgano y el poder de la doctrina fundamentalista se extiende a todo el área tribal paquistaní donde tampoco tiene vigencia la ley de Islamabad.

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2 comentarios:

  1. Qué tristísima realidad TitoCarlos...
    Saludos compungidos :(

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  2. Esta historia bien podría abrir el capítulo de los crímenes contra la humanidad. Hay tantos y tan dispares que llenaríamos "evangelios" de torturas, de muertes, de guerras, de violencia y un extenso suma y sigue. Si el "pecado" era amar sin entender de leyes, ni religiones, entonces cuál era el error:¿la religión, la ley o el mismo amor?...

    Saludos.
    Arwen

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